La Iglesia Católica y el caso “Galileo Galilei”
¿Cuál fue el conflicto entre Galileo Galilei y la Iglesia Católica? ¿Se opone la fe a los descubrimientos científicos o existe una armonía? ¿Cuáles son los grandes principios aplicables a la relación entre fe y ciencia?
¿Quién fue Galileo Galilei?
Galileo Galilei nació el 15 de febrero de 1564 en Pisa. Desde niño se interesó por las matemáticas y la mecánica. Su investigación combinaba la experimentación y la observación con los cálculos.
Luego de ser presidente del área de matemáticas de la Universidad de Padua, se estableció en Florencia donde fue nombrado filósofo y matemático extraordinario del Gran Duque de Toscania.
En la época de Galileo, era generalmente aceptado el sistema ptolomaico o geocéntrico que entendía que el Sol y los planetas giraban alrededor de la Tierra. Un sacerdote polaco, Nicolás Copérnico, había puesto en duda este sistema afirmando que la Tierra y los planetas giran alrededor del Sol (sistema copernicano o heliocéntrico).
Gracias al telescopio, Galileo desarrolla observaciones que parecen confirmar el sistema copernicano. Ello despierta polémicas, sobre todo con los intelectuales de su tiempo que se resistían a admitir tales posturas.
Dijo Benedicto XVI que con Galileo, “la ciencia se convertía en algo distinto de como los antiguos la habían pensado siempre… El método deductivo cedía el paso al inductivo y abría el camino a la experimentación. El concepto de ciencia que había durado siglos ahora se modificaba, emprendiendo el camino hacia una concepción moderna del mundo y del hombre. Galileo se había adentrado en las sendas desconocidas del universo; abría la puerta para observar espacios cada vez más inmensos” (Mensaje al Congreso sobre el tema “Del telescopio de Galileo a la cosmología evolutiva”, 26 de noviembre de 2009).
¿Cómo queda involucrada la Iglesia este problema?
La Iglesia seguía con mucho interés la evolución de la astronomía. De hecho, en 1578 el Papa Gregorio XIII hizo erigir en el Vaticano la Torre de los Vientos y encargó a los jesuitas astrónomos y matemáticos del Colegio Romano que preparasen la reforma del calendario promulgada después en 1582. Desde entonces, la Santa Sede no ha cesado nunca de manifestar el propio interés y apoyo a la investigación astronómica.
Las tesis de Copérnico no habían sido condenadas por la Iglesia, pues quedaban en el plano de las hipótesis y por tanto en el campo de la discusión científica. Más aún, su libro fue publicado por pedido de dos Obispos. Sin embargo, la controversia surgió cuando se pretendió abandonar el plano de la hipótesis y además se pretendía aplicar un fundamento bíblico a la teoría experimental.
Fue así que se acusó a Galileo ante la Iglesia porque sus afirmaciones sobre el sistema heliocéntrico parecían contradecir textos de la Biblia donde se dice que la Tierra está quieta y el Sol se mueve.
Hubo dos procesos en que estuvo implicado Galileo.
El primero, en 1616, no concluyó con una condena de Galileo, aunque se le ordenó que no divulgara las tesis copernicanas.
En ese proceso, se encomendó a San Roberto Bellarmino, quien era amigo de Galileo Galilei, la misión de amonestar al gran astrónomo; pero en su amonestación, que Galileo tomó muy bien, se limitó a rogarle que propusiese simplemente como hipótesis las teorías que no estaban todavía probadas.
En el mismo sentido, el nuevo Papa, Urbano VIII, era amigo de Galileo y se reúne con él en 1623. Urbano VIII le dio permiso para que escriba sobre el heliocentrismo, pero le pidió que sólo presente los argumentos a favor y en contra de la teoría.
Años más tarde Galileo publica el libro “Diálogos sobre los dos mayores sistemas del mundo”. Allí, Galileo parece burlarse del Papa al poner en boca de un personaje llamado Simplicio los mismos argumentos del Papa. Además, se burló de los jesuitas, quienes lo habían apoyado.
Explica al respecto Vittorio Messori: “la aprobación eclesiástica del libro… se le había concedido a condición de que presentara la teoría copernicana como hipótesis (como también exigían los conocimientos científicos de la época, todavía inciertos), mientras que él la daba por demostrada. Pero aún hay más. Prometió adecuarse: y no sólo no lo hizo, entregando a la imprenta el manuscrito tal como estaba, sino que puso en boca del bobo de los Diálogos, cuyo nombre ejemplar es Simplicio, los consejos de moderación que le había dado el Papa, que incluso era su amigo y lo admiraba”.
Así llegamos al segundo proceso judicial que termina en 1633 con la condena a Galileo. Galileo, además de no cumplir con lo que le habían pedido sobre presentar la teoría como mera hipótesis, por otra parte, no pudo probar por completo sus teorías heliocéntricas y, además, llevó la discusión al terreno bíblico y ello generó una mayor polémica.
Al final del juicio, Galileo agradeció a los diez cardenales —tres de los cuales habían votado a favor de su absolución— porque consideró que la pena había sido moderada. Galileo finalmente nunca pasó un día en prisión.
¿Galileo fue torturado o quemado?
Galileo nunca fue torturado ni fue quemado como muchas veces se afirma. El científico murió de muerte natural el miércoles 8 de enero de 1642, en su casa, una villa en Arcetri, en las afueras de Florencia.
Messori explica que después de la condena, Galileo “pudo volver en seguida a sus investigaciones, rodeado de jóvenes discípulos que formarán una escuela. Y pudo condensar lo mejor de su vida de estudio en los años que le quedan, en aquellos Discursos y demostraciones matemáticas sobre dos nuevas ciencias que es el ápice de su pensamiento científico”.
Juan Pablo II y el caso Galileo
El 10 de noviembre de 1979, a 100 años del nacimiento de Albert Einstein, Juan Pablo II propuso que se examine a fondo el “caso de Galileo” y “reconociendo lealmente los desaciertos, vengan de la parte que vinieren, hagan desaparecer los recelos que aquel asunto todavía suscita en muchos espíritus contra la concordia provechosa entre ciencia y fe» (L´Osservatore Romano, edición en lengua española, 2 de diciembre de 1979, p. 9).
En 1981 se constituyó una comisión, coordinada por el Card. Poupard, que trabajó en los aspectos exegético-cultural, científico-epistemológico, histórico y jurídico, y presentó sus conclusiones tras 11 años de trabajo el 31 de octubre de 1992, en una nueva reunión plenaria de la Pontificia Academia de las Ciencias, con motivo del 350 aniversario de la muerte de Galileo.
Ese día Juan Pablo II hizo un balance de resultados de dichos estudios y consideró que en el centro del debate a Galileo había dos cuestiones: la interpretación de la Biblia y la pastoral.
Sobre la interpretación de la Biblia, dijo Juan Pablo II: “De esa forma, la nueva ciencia, con sus métodos y la libertad de investigación que suponían, obligaba a los teólogos a interrogarse acerca de sus propios criterios de interpretación de la Escritura. La mayoría no supo hacerlo. Paradójicamente, Galileo, creyente sincero, se mostró en este punto más perspicaz que sus adversarios teólogos.
«Aunque la Escritura no puede errar con todo podría a veces errar, de varias maneras, alguno de sus intérpretes y expositores» (Carta de Galileo a Benedetto Castelli del 21 de diciembre de 1613).
Sobre el tema pastoral dijo Juan Pablo II “la mayoría de los teólogos no percibía la distinción formal entre la sagrada Escritura y su interpretación, y ello llevó a trasladar indebidamente al campo de la doctrina de la fe una cuestión que de hecho pertenecía a la investigación científica”.
Para Juan Pablo II, luego del caso Galileo, queda claro que “existen dos campos del saber: el que tiene su fuente en la Revelación y el que la razón puede descubrir con sus solas fuerzas. A este último pertenecen las ciencias experimentales y la filosofía. La distinción entre los dos campos del saber no debe entenderse como una oposición”.
Y continúa san Juan Pablo II: “el caso de Galileo ha constituido una especie de mito, en el que la imagen de los sucesos que se ha creado estaba muy lejos de la realidad. En esta perspectiva, el caso de Galileo era el símbolo del supuesto rechazo del progreso científico por parte de la Iglesia, o del oscurantismo «dogmático» opuesto a la búsqueda libre de la verdad. Este mito ha desempeñado un papel cultural notable; ha contribuido a infundir en muchos científicos de buena fe la idea de que existe incompatibilidad entre el espíritu de la ciencia y su ética de la investigación, por un lado, y la fe cristiana, por otro. Una trágica y recíproca incomprensión ha sido interpretada como el reflejo de una oposición constitutiva entre ciencia y fe. Las aclaraciones aportadas por los estudios históricos recientes nos permiten afirmar que ese doloroso malentendido pertenece ya al pasado” (Discurso del Santo Padre Juan Pablo II a la asamblea plenaria de la Academia Pontificia de las Ciencias, sábado 31 de octubre de 1992)
En síntesis
· El cambio del sistema geocéntrico al sistema heliocéntrico surge a partir de la tarea de un sacerdote, Nicolás Copérnico
· La Iglesia siempre alentó la investigación científica e incluso el Observatorio Vaticano tiene antecedentes anteriores a Galileo mismo.
· La principal controversia del caso Galileo estuvo dada por las presuntas contradicciones de la teoría heliocéntrica con la Biblia y porque la teoría de Galileo se presentó como cierta sin suficientes pruebas.
· La Iglesia, por impulso de San Juan Pablo II, revisó su actuación en el caso Galileo y publicó toda la documentación de esta controversia.
· La fe y la razón no se oponen. Al contrario, son las dos alas con las que el hombre puede alcanzar la verdad.
Tomado de: http://tiempodeevangelizar.org/?p=3227
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